Estamos inmersos en la carrera de ratas del consumo de medios. Mientras empujamos pequeñas palancas que golpean nuestra central de dopamina, alimentamos al Triángulo de la Atención, donde sigue siendo un misterio cómo se pierde nuestro tiempo. Este triángulo formado por las 3 compañías mediáticas más grandes de todos los tiempos (Apple, Facebook y Google) aprovecha los hábitos aparentemente inocuos inducidos al usar sus herramientas.
Debemos ser conscientes de que somos monos con un cerebro más grande: persuadibles y no libres de las intenciones comerciales y personales de un montón de científicos en una Sala de Control Central de Pensamiento y Sentimientos en algún lugar de California.
“Cuando actualiza su correo electrónico, mira sus mensajes de texto o revisa su cuenta de Instagram, obtiene un golpe de dopamina, y uno especialmente grande si encuentra algo positivo. Esto aprovecha una construcción psicológica básica: el refuerzo intermitente. Con el refuerzo intermitente, no sabes si serás recompensado por algo cada vez que lo hagas, pero podrías serlo, y la anticipación te impulsa (a seguirlo haciendo)”.
Fuente: The Self-Driven Child: The Science and Sense of Giving Your Kids More Control Over Their Lives
La cita anterior pone de manifiesto cómo las grandes corporaciones de medios nos engañan para que creamos que tenemos el control. Pero no lo tenemos. No todo el tiempo.
Con el refuerzo intermitente dado por el “scroll infinito”, el “tirar para actualizar”, las notificaciones y los «me gusta», está claro que la mayoría de los sitios web que usamos hoy están diseñados para mantenernos enganchados.
Afortunadamente, algunos responsables por este desastre ya han tomado medidas.
Al reconocer que también son responsables de las consecuencias de nuestras adicciones digitales, han decidido huir de la Fuerza Oscura de Las Sanguijüelas De la Atención.
Diseño intencional, no intencional y responsabilidades personales
Cuando conduces por una calle que debería haber tenido una señal de stop y tienes un accidente automovilístico, el Estado o la empresa que construyó la calle pueden hacerse responsables por negligencia.
Las aplicaciones web también deben ser responsables cuando fallan en alguna calidad o pautas de diseño, especialmente cuando el diseño malo o intencional puede interferir con la salud general y las interacciones sociales, crear trastornos mentales o incluso hacer que alguien se lastime a sí mismo o a otros.
El único problema no es perder nuestro enfoque y tiempo en actividades sin sentido. El mal diseño también puede llevar al suicidio.
Tristan Harris, quien trabajó como especialista de Diseño Ético en Google, era consciente del impacto que un grupo de diseñadores blancos en San Francisco estaban teniendo en miles de millones de personas.
Preocupado por el impacto negativo que Google estaba teniendo en la humanidad, reunió en 141 diapositivas sobre el camino que la carrera por nuestra atención está marcando en nuestro futuro, en una presentación que llamó «Una llamada para minimizar la distracción y respetar la atención de los usuarios«.
La presentación, destinada a ser un llamado a la acción dentro de Google, cobró vida propia y se convirtió en la filosofía del «Time Well Spent» que llevó a la fundación de organizaciones el Center For Humane Technology, co-fundada por el propio Harris.
Se dice que gracias al trabajo de Harris se incorporaron algunas herramientas útiles para contrarrestar los efectos negativos de la adicción digital en los móviles Android.
Desde 2018, 5 años después de su presentación, podemos cambiar nuestros teléfonos Android al modo “No molestar”, recibir un resumen de notificaciones (o ninguna notificación) y configurar el dispositivo en un «modo de relajación» cuando sea el momento de ir a dormir.
La toma de responsabilidades personales también se puede ver en otras personas que tomaron medidas a pesar de las consecuencias que podría representar para sus negocios y sus vidas personales.
Tomemos a Dong Nguyen, el creador de «Flappy Bird», un juego que se volvió viral y acumuló 50 millones de usuarios en un tiempo récord. A pesar de ganar 50 mil dólares diarios con el juego, lo eliminó de las tiendas iPhone y Android, porque sintió que el juego tomó el camino equivocado: las personas se hacían adictas, en vez de simplemente pasar un rato divertido.
Este es el ejemplo de una persona que no quiso entrar en la Historia como alguien que recurrió a la psicología conductual para su propio beneficio.
¿Se está corrigiendo el camino o es solo una ilusión?
Seamos honestos: la evidencia es abrumadora. Es absurdo permanecer en silencio en situaciones como la presentada a Nguyen, especialmente cuando es de conocimiento común que la Organización Mundial de la Salud ya ha incluido la adicción a los videojuegos en su lista de enfermedades.
¿Qué tan grave es esta crisis de salud mental? ¿Es una coincidencia que las aplicaciones de meditación como «Calm» estén valoradas en mil millones de dólares? ¿O que su competidor «Headspace» tiene 65 millones de usuarios activos y 2 millones de usuarios pagos? ¿Por qué es que al buscar «distracción digital» en la sección de libros de amazon.com, se nos presentan más de ~ 7500 resultados? ¿Por qué el CEO de Apple –Tim Cook– no quiere que su sobrino use ninguna red social? ¿Qué tan grande es este desastre?
Estas son preguntas difíciles de resolver, pero supongo que Google sabe mejor que yo, y podría ser la razón por la que tienen una página dedicada a bienestar digital. Instagram también se ha adherido al movimiento, al habilitar funciones de «No molestar» o recordarte que ya viste todas las actualizaciones disponibles cuando pasas un tiempo exagerado en la aplicación.
No es un mal comienzo. Pero todo esto es opcional cuando lo que realmente necesitamos es demoler los ajustes por defecto: de las “piscinas infinitas” a los algoritmos que quieren mantenernos enganchados.
La sociedad podría regularse para evitar que las grandes corporaciones traspasen ciertos límites.
Necesitamos educación para aprovechar al máximo nuestra vida digital.
¿Nos dirigimos a incorporar estos nuevos valores en nuestra sociedad?
Deberíamos poder decidir cuál es la vida que queremos vivir, porque no es justo dejar que nuestro cerebro piense que estamos decidiendo por nuestra cuenta cuando entramos en un hoyo negro del tiempo en Facebook.
La adicción a la dopamina es real, pero no deberíamos tenerla como una opción predeterminada, como fumar en un avión lo fue en el pasado.
La necesidad de desconectarnos es un grito silencioso que se purga en forma de ansiedad, problemas de salud relacionados con el estrés, familias que se separan o, en el peor de los casos, suicidio.
Con suerte, al igual que con el humo de los cigarrillos, miraremos con desdeño a los padres que niegan atención a sus hijos para verificar las últimas notificaciones, bebés menores de 2 años con pantallas táctiles a la mano, empleados con exceso de trabajo o aplicaciones mal diseñadas.
Como con la mayoría de los cambios en la sociedad, todo esto tomará su tiempo. Por eso, y mientras los límites no estén establecidos, vamos a necesitar cuidarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos, utilizando todas las herramientas que podamos encontrar antes de que finalmente se complete la transición.
Mientras tanto, parece haber un pequeño destello de luz al final de este desastre.
La foto del graffiti la tomé en Oporto en el verano del 2018.
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