El veredicto es real: no podemos vivir sin Internet. Por eso, definir bien los mecanismos para contrarrestar sus efectos negativos son la clave para nuestra salud mental.
Te levantaste como cualquier otro día: la alarma sonó a la misma hora de siempre. Te diste vuelta e intentaste dormir otros cinco minutos. Hasta que recordaste que tienes que estar a las 9:15 en la universidad.
Te diste una ducha mientras el olor del café inundaba tu apartamento. Luego preparaste un bocadillo simple de jamón con queso. Al terminarlo, fuiste a la parada del autobús. Salvo una pequeña distracción de tu gato, no tuviste ningún retraso.
Trajiste el libro para los 30 minutos del trayecto en el transporte público. Todo funcionó a la perfección ése día de 1999, cuando apenas tenías un módem de 56 KBPS para conectarte a Internet.
Comparemos ése momento con cualquier día de 2020: te levantas alarmado y muy cansado después de pasar 5 horas haciendo un “maratón” en Netflix la noche anterior (de las cuales 1 hora fue buscando qué ver).
Apenas abres los ojos coges el móvil y recibes tus primeras dosis de dopamina gracias a las notificaciones de Instagram. Quemas la sartén mientras lees el artículo que te mandó tu jefe a medianoche, y casi llegas tarde a la parada del bus. En el camino respondes los emails del trabajo, esperando adelantar mucho de lo que te espera cuando llegues a la Universidad a dar clases.
El precio de Internet
Muchas personas creen que internet “es sólo una herramienta” que podemos controlar a gusto, cuando se trata de un arma de doble filo que tenemos que aprender a manejar como un Samurai maneja su katana. Una katana que sin el cuidado suficiente causará estragos sin que nos demos cuenta: en nuestras relaciones, en nuestra carrera y en nuestra salud mental.
Cosas tan simples como la vibración de nuestro móvil están entrenando a nuestro cerebro a ser “bueno” en el multitasking, la procrastinación y adicto a la atención de corta duración. Igual que con el cigarro o con el alcohol, mientras más hacemos una actividad que nos recompensa (con dopamina) más propensos estaremos de hacerlo una y otra vez.
Si nuestra mente está abrumada por infoxicación, no sólo pierde la capacidad de discernir lo relevante de lo irrelevante, sino que no podemos retener nueva información, ver patrones o establecer nuevas conexiones neuronales. En pocas palabras nuestra capacidad de aprendizaje se reduce.
Internet es un pacto social que no se irá a ninguna parte
La distracción constante es parte del día a día, pero además es relevante para una vida estable: resolver las peticiones de tus compañeros de trabajo, preguntarle a tu novio si puede ir a comer más tarde, o responder el email de la profesora no son tareas que podemos evitar.
El problema es cuando éstas tareas cotidianas e inocuas se desarrollan en un contexto de “piscinas infinitas” de información que doblegan nuestra voluntad.
Necesitamos entender mejor cómo manejar las calorías digitales.
Lo que le damos de comer a nuestro cuerpo se ve reflejado por fuera. Lo mismo con el cerebro. Reflejamos cómo alimentamos nuestra mente a través de nuestra huella digital.
No me extrañaría que al igual que algunos rituales popularizados con la Era Digital, como los “lunes vegetarianos” o el “Throwback Thursday”, pronto veamos crecer en el mainstream movimientos como el minimalismo digital, el “DD” o “Domingo Desconectado” , o incluso “Bootcamps” de desintoxicación digital.
Una dieta digital balanceada
Como un trabajador del conocimiento, uno de los grandes retos que tienes es maximizar tu output mientras minimizas tu input. Algo muy difícil, a menos que tengas mecanismos para contrarrestar los efectos de la infoxicación.
Podemos caer en cualquier hoyo negro de información sin darnos cuenta.
Supongamos que abres Facebook para hacer un status en la página de tu cliente y te das cuenta que tu vecina se compró un Tesla. “¿Pero cómo lo hizo? Ah, es que es neurocirujana”, pero ¿cuánto gana un neurocirujano? Vamos a ver…. mmm interesante, este post sobre los empleos del futuro me dice que puedo ganar más que un neurocirujano si invierto en Bitcoin y ETH. ¿Pero qué es Bitcoin?…” Cuando te das cuenta, llevas 35 minutos consumiendo información irrelevante, agotando los pocos recursos mentales con los que cuentas para el día.
Si para controlar mi peso uso trackings de consumo alimenticio o una báscula para ver mi peso, para mi trabajo online uso herramientas como RescueTime para monitorizar mis actividades digitales o simples alarmas para saber cuándo es tiempo de desconectar. Necesitamos herramientas para asegurarnos que no nos hemos salido del carril.
Pero no basta con monitorizar, también tenemos que programar actividades que nos permitan desarrollar la Concentración Amplia: hacer un puzzle, juegos de mesas, tejer, dibujar o leer son algunas de las más comunes.
Este tipo de actividades sirven para contrarrestar los patrones de auto-interrupción significativamente, cimentando caminos neuronales que nos ayuden a concentrarnos más rápido y mejor la próxima vez.
Si ya sabemos que no podemos vivir sin Internet, debemos hacer un esfuerzo por controlar esta relación con lo digital. La recompensa será un cerebro más saludable y una vida mejor aprovechada.
La foto del Graffitti la tomé en Barcelona en Septiembre de 2018.
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