«Relájate, llegaste a Portugal.
Deja que tu mente divague por un rato.
Disfruta del mar.
Contempla la soledad de los campos y ríos.
Despreocúpate un rato.
Portugal te cuidará,
Sin vaciar tu cartera.»
No es el guión de un vídeo turístico, es mi TL;DR
Creo que la mayor parte de las personas que me conoce personalmente, sabe que mis emprendimientos iniciales tenían como base Portugal. Pero hablo y escribo muy, pero muy poco sobre Portugal.
No sé por qué.
Supongo que tengo sentimientos encontrados.
Por un lado, pienso muchas veces que se trata de un lugar con poco interés para el resto del mundo.
Algo que nuestras guías de Lisboa, Oporto y Algarve insisten en negarme cada año con su creciente tráfico.
Por otro lado, también me parece que si hablo mucho sobre ello, influenciaré más personas a visitar y podrían quitarle el encanto.
Sin embargo, en los últimos 10 años, la cantidad de interesados en el hogar de mis ancestros ha crecido de manera sostenida.
Dudo mucho que pueda hacer nada para evitar que ésto siga pasando.
Así que prefiero comenzar a contarles lo que más me gusta de Portugal, en un intento por conservarlo.
Es un lugar sin prisas
Sólo ayer me sorprendía estar en un chiringuito frente a la playa, un lugar que se llena sólo 3 meses al año.
En otro lugar, habrían prisas por vender más, atender más rápido, llenar las mesas y despachar a los clientes con más rapidez.
Eso aquí no pasa.
Pasaron 10 minutos hasta que nos atendieron.
Asumiendo mi portuguesidad, lo tomé con calma y me mimeticé con las vistas. Sin quejarme y disfrutando una amena conversación al son de las olas del Atlántico.
Si éste lugar estuviera en otro lugar del mundo, el ritmo sería completamente distinto.
Para bien o para mal, aquí no es así.
Su comida es simple, fresca y deliciosa
«Sólo quiero un pescado fresco, con la cantidad perfecta de sal. Sin salsas, ni nada.» – fue una de las primeras cosas que me dijo amigo portugués recién llegado de un país latinoamericano.
Hoy puedo entender su sentimiento, pero cuando llegué me fastidiaba lo poco elaborada de sus comidas.
Si comparaba lo que podía pedir aquí con lo que podía comer en otros países, las opciones me parecían muy muy pobres.
Habían pocos y malos restaurantes de comida internacional, no había un buen sitio para comer pasta, al aguacate no se cultivaba, los arándanos apenas se vendían, en fin, que si estabas fuera de Lisboa, comer africano, indiano o latinoamericano era una fantasía.
En cierta forma, Portugal me recuerda un poco a Japón, por lo conservador. Portugal sigue conservando lo más típico de su cocina, sin apenas influencias.
Poco a poco me fui haciendo amigo de las cosas más simples: el caldo verde, las sardinhas assadas, el bacalhau à brás y el polvo à lagareiro.
Me hice fan de los platos pesados de Oporto y el Norte: la francesinha y la chanfana de Borrego.
Descubrí platos osados como el «Porco à Alentejana» (puerco con almejas), el arroz de cabidela o la canja de galinha.
Y me comí todos los panes que descubrí, desde el Pão de Mafra hasta la Broa de Avintes. Me sumergí en esa locura que se llama «Pão com chouriço«: un pan recién hecho, que puedes ver horneado tras ser amasado con chorizo frente a tí – si estás en el lugar correcto.
No les quiero ni contar de los quesos.
Todas cosas muy simples, poco laboriosas, que tratan de juntar lo mejor del huerto, la tierra y el mar.
Hoy me parece una de las mejores comidas del mundo, y no concibo mi vida sin un simple pescado, un pollo de la churrasquería, un pastel de nata o un simple café expresso de la esquina.
Funciona como una aldea: todos cuidan de tí (y de tu dinero)
Necesitaba que me vieran por algo no urgente. No entendía muy bien el sistema sanitario. Quería que me atendieran rápidamente.
«Pero senhor, realmente no vale a pena. Si espera 1 día podrá ahorrarse 60 euros«.
Este fue el diálogo de una de las primeras veces que fuí a un «Centro de Salud» aquí en Portugal.
Es algo que se repite constantemente en diferentes ámbitos de la vida diaria.
Creo que en ningún otro país ha habido tanta gente interesada en que yo me ahorrara dinero.
Es un fenómeno fascinante.
¿Se te olvidó el móvil en el restaurante? Regresa. Alguien está ciudando de él.
¿Se enfermó tu hijo durante el viaje? Habla con alguien, te ayudarán.
¿No sabes qué metro agarrar? Pide ayuda.
¿Te perdiste en algún lugar de Portugal? Puedes pedir ayuda, pero mejor usa Google Maps 😉
Su naturaleza es variada… y desconocida
En Portugal he disfrutado de un completo abanico de sensaciones a través de su naturaleza variada.
Pero especialmente, me he sorprendido con lo secreto y solitario de esos rincones.
Puedes pasar el año entero sumergido en el mar, haciendo surf, stand-up paddle (dos deportes que practicamos cada vez que podemos en casa), kitesurf, vela y otros deportes acuáticos sin que nadie te vea.
En verano, es de buen agrado explorar los ríos de cada concelho, donde rara vez faltará un puente romano que admirar o un monumento especial sobre el que reposar tu vista desde el agua.
Del «Peneda-Gerês«, a Sesimbra; de la «Serra da Estrela» al geoparque de Arouca; de las solitarias costas de la Costa Vicentina a las obvias playas de Algarve con sus safaris y acvitidades acuáticas y deportivas. Lo mejor de Portugal es que aún existe la posibilidad de estar en un rincón encantador de Portugal completamente sólo. Sin apenas personas alrededor.
De ésta manera ya hemos tenido la oportunidad de hospedarnos en una aldea de 1 habitante, o disfrutar de una playa completamente solitaria, como pueden ver en el pequeño vídeo arriba.
Aún sigue siendo muy, muy económico
Realmente no sé en cuántos lugares del mundo te puedes tomar un buen café expresso por 60 céntimos de euro.
O irte a casa con 5 kilos de frutas y vegetales por menos de 5 euros.
O comprarte un vino de calidad mundial por menos de 10.
O comerte un pollo a la brasa delicioso por 5 euros.
O incluso tener un menú ejecutivo por menos de 4.
Éste es uno de los pocos países desarrollados donde aún puedes hacerlo.
Es conservador e innovador al mismo tiempo
Puede parecer muy raro, pero Portugal tiene dos tempos contradictorios en los que tiene que vivir. Y son los que hacen de Portugal, Portugal.
Por un lado hay una consciencia constante y presente sobre las personas mayores: de cuidar de ellas e integrarlas en la medida de lo posible en el mundo actual.
Por otro lado, una generación de jóvenes mentes, inquietas y empresariales, conscientes de los problemas y la identidad portuguesa, intentan adaptar el mundo moderno al lifestyle portugués.
La foto que abre el post es «Ribeira do Cavalo«, en Sesimbra. Crédito: Flavio Amiel
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