Han pasado muchas cosas desde que posteé la última vez — casi un año —.
Estaba recién llegando de Tokio y a punto de salir para Reino Unido por varias semanas.
Tenía muy bien definidos los próximos pasos que iba a tomar.
En aquél momento estaba a pocas semanas de punto de lanzar mi última startup de viajes, donde vendemos tours, traslados y actividades en los principales destinos de Europa.
Ya casi cumplimos un año desde pusimos el proyecto online y estamos muy contentos con lo logrado (miles de viajeros, seis cifras en ventas, etc.).
Sin embargo no puedo negar que todo el estrés me ha hecho cuestionarme muchas veces si realmente soy un «buen» emprendedor.
Supongo que el sentimiento es una mezcla entre «síndrome del impostor» y agotamiento.
Pero siempre que me embarga un sentimiento parecido, miro hacia atrás y me percato de todo lo que hemos hecho.
Es absurda la cantidad de esfuerzo que hemos dedicado en tan poco tiempo y lo bien que nos ha salido.
Haber empujado mis propios límites me ha llevado a conocer nuevas y diferentes facetas como emprendedor y como persona.
No quiero dejar pasar la oportunidad de comentarlo con ustedes, tal vez les pueda ser de ayuda =)
Las oportunidades «fáciles» son una gran mentira
Como ya he creado varias empresas a lo largo de mi vida (unas 7-8), siempre creo que la próxima será más fácil.
No es el caso.
Nos ha tomado un año crear una operación totalmente diferente a la que ya tenía, con otros procesos, sistematizaciones, tecnología y procesos humanos.
Como emprendedor, la definición de «oportunidades fáciles» ha cogido un sentido totalmente diferente.
En el futuro pensaré mucho mejor en éste tipo de cosas fundamentales en términos de cómo crear apalancamiento.
Por último asumir que cualquier negocio, por muy parecido que sea, tendrá particularidades que tienen que ser atendidas.
Hay que aceptarlo: habrán cagadas
Criado con altos valores de responsabilidad en un entorno donde lo profesional se basa casi en «ser perfecto», siempre he llevado muy mal lo de recibir críticas negativas.
Pero en la medida que un proyecto se hace más grande, habrán menos oportunidades de interactuar con las operaciones del día a día. Hay que aceptar que habrán problemas. Y de nada sirve autoflagelarse o sentirnos culpable por ello.
Son problemas que enfrenta cualquier organización que aspire a brindar los más altos estándares de calidad.
Lo importante es encontrar la manera de evitar que éstos ocurran en el futuro, y sólo hay dos tipos de recursos para lograrlo: con tecnología y con personal humano. Idealmente ambos.
En lo personal, y ya contando con alguien que se dedica a resolver la parte tecnológica, decidí invertir mucho más tiempo en hablar con las personas del equipo, entrevistar clientes, proveedores, y dedicar algún tiempo a pensar cómo crear soluciones de impacto que prevengan los mismos problemas en el futuros.
Menos estrés, gracias al trabajo en equipo
Trabajar en equipo conlleva otro ritmo que requiere paciencia y mucha disciplina. Algo difícil cuando vienes de hacer lo que te da la gana.
Tomar una decisión en equipo es algo que requiere muchísimo más tiempo y esfuerzo que hacerlo sólo.
Sin embargo, la recompensa es 100%. Desde que cuento con un equipo, mi estrés se ha disminuido en un 90%
Saber que habrá alguien ahí cuando se cae un servidor, para resolver problemas de soporte al cliente, negociar un contrato con un proveedor o cumplir un deadline, hace que tener un equipo sea algo imprescindible.
No me veo capaz de volver a trabajar sin un buen equipo en el cual apalancarme.
La foto es Quiraing – Isla de Skye, en el verano de 2018. Una visita muy recomendada en las Highlands de Escocia =)
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