Constantemente siento culpa.
Llego al final del día y siento que no he hecho nada.
¿Te suena?
Me auto-flagelo por despertar todos los días a las 8h30 mientras mis héroes emprendedores se despiertan a las 4h30; por hacer ese almuerzo largo de 3 horas; por ir a ayudar a un amigo; por tener todas esas reuniones programadas y cancelarlas porque me pareció mejor hacer otra cosa.
Me siento muy muy culpable por todas esas cosas, porque pudiera muy bien estar haciendo cosas más “útiles”.
Seguro que te pasa a ti también y no sabes si se trata de una culpa genuina o una exageración.
La respuesta es simple: si estás consiguiendo tus objetivos es una exageración, sino, no.
En mi caso, cuando llega el final de la semana escribo todo lo que he conseguido durante la semana y me siento más tranquilo.
¿Por qué? Porque mis prioridades están bajo control y estoy cada día avanzando por conseguir mis objetivos.
He hecho todo lo que debía hacer, y me ha sobrado tiempo para dormir, hablar con mis amigos, disfrutar de mi familia, hacer ejercicio y pasarla bien.
Es en el momento en que me siento culpable pero por otro motivo: por no haber compartido aún con el mundo ésta fórmula.
¿Cómo lo logro? Fácil.
Tras años intentando diferentes cosas, finalmente he dado con un toolkit ideal (y ridículamente simple).
Básicamente me concentro en las cosas importantes.
En mis prioridades.
No tengo sistemas complejos. Todo es muy simple.
1
Anualmente tengo 1 o 2 grandes objetivos que quiero cumplir.
De acuerdo a cómo se mueve el año planeo todo por trimestres.
2
Estos trimestres los organizo con «carreras» de tareas que duran 15 días: cada quince días escribo todas las tareas que quiero completar en la próxima quincena y que van a acercarme a mis objetivos.
Generalmente las completo casi al 100%, las que no están listas o quedan pendientes, pasan a la siguiente quincena.
3
Es todo. Así voy hasta que termina el año.
Diría que hace 3 o 4 años que lo hago.
Y me funciona.
Cumplo mis objetivos.
La foto es en Tokio durante el Hanami 2018 (literalmente ver u observar flores, una de las grandes pasiones de los japoneses).
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